2 abril, 2020 | Tiempo de Padres

¡CRIANZA A MI MANERA! Mamás no perfectas

Creo que si hay algún momento en la vida donde debemos hacer caso a nuestros instintos más primarios, es cuando se trata de la crianza de los hijos, especialmente cuando son bebés. De la mano de esa enorme alegría que trae el nacimiento de un hijo, llega el inesperado estrés suscitado por la cantidad de opiniones que recibimos, la mayoría de las veces sin pedirlas, de todos quienes vienen a conocer al hermoso retoñito.

Dichas opiniones, conceptos, consejos y advertencias, cubren un amplio espectro que va desde el ámbito de lo puramente práctico hasta colarse en el sutil terreno de lo íntimo y trascendental, de lo que marcará nuestra maternidad, paternidad, relaciones de familia.

En esta proliferación de información –todos expertos- oímos, entre muchos debates, los siguientes: amamantarlo o no, combinar la amamantada con fórmula, en qué posición acostarlo a dormir, cómo sacarle los gases, bañarlo de día o de noche, darle suplemento porque la leche materna lo deja con hambre, no dejar que duerma en cuarto de los papás y mucho menos en su cama, dejarlo llorar pues si lo atienden cada vez que llora los va a empezar a manipular, no alzarlo mucho ni consentirlo tanto que lo van a malcriar. ¡Alto! El amor no malcría, la crianza con apego, nutre…

Me pregunto de dónde saldrán esa cantidad de temores sin fundamento, que más bien se asemejan a cómo enfrentar una lucha de poder, que a criar un bebé. Por qué esa necesidad, que linda casi con la angustia, porque nuestros hijos sean reconocidos desde sus primeros meses, como niños “educados”, independientes, auto-controlados y demás, cuando muchas veces ni siquiera nosotros como adultos logramos de manera permanente esas expectativas.

Por supuesto, no se trata de criar pequeños tiranos ni niños “pataletudos” que al primer no, levanten la casa a gritos. Se trata más bien de reconectarnos con lo que nosotras como mamás sentimos que debemos hacer con nuestros hijos, y es justo acá, donde entra lo lindo y lo más respetable de esta concepción, que no es una teoría de educación, ni una línea de pensamiento psicológico, es solo la experiencia que como madre anhelo transmitir a esas mamás que recién están iniciando su camino. El tiempo no se devuelve, hay que hacer las cosas con calma, con seguridad, con tranquilidad y con confianza. Hay que hacerle caso al instinto y, sobre todo, aprovechar y vivir esos primeros meses de “estrenada” de mamá de manera relajada, sabiendo que todo va a salir bien independientemente de que patrones de crianza decidamos seguir.

Las invito a que sufran menos por la falta de sueño… las malas noches algún día se van a terminar, las invito a tener presente cada segundo de los interminables (y hermosos) momentos de lactancia, pues en unos meses serán solo un recuerdo.

Si la vecina de abajo nos cuenta que su bebé pasa las noche sin despertarse desde el mes y medio, bien por ella (aunque suene a cuento de hadas, si existen esas excepciones y esos extraños casos), pero no cometamos el error de inventarle al la vecina del piso de arriba, que nuestro bebé también pasa la noche derecho, cuando las ojeras de mapache son la fiel evidencia de que no es así. No se trata de una competencia, de bebés y mamás “perfectos”, se trata de la vida misma, de mamás humanas, con miedos, con expectativas, con cansancio, y de papás a nuestro lado, que siguen enfrentado su día a día y a la vez hacen lo mejor por acompañarnos en ese vínculo único de mamá e hijo.

Creo que todo podría resumirse en un poderoso y sencillo consejo: apelemos a la honestidad y descubramos cómo somos como madres, reforcemos y afiancemos eso que nos llena plenamente de nosotras mismas y trabajemos en aquello que aún es un reto, si es que hay algo que deseemos cambiar, de lo contrario, simplemente aceptémonos como somos.

No hay un modelo de mamá ideal, todas somos distintas, seamos mamás a nuestra manera, no como fue nuestra suegra, nuestra mamá o nuestra abuela. Finalmente ya tenemos un bagaje enorme que cargamos de generación en generación, así que podemos darnos el lujo de hacer conciencia y decidir qué queremos seguir transmitiendo y que no.

Hay mamás para quienes los hijos –por un buen tiempo-, se les convierten en el TODO de sus vidas: respetable.

Hay mamás que necesitan seguir manteniendo sus rutinas, más allá de la llegada del nuevo bebé; respetable. Es mucho mejor que esa mamá busque la forma de salir, despejarse, verse con sus amigas, ir al gimnasio, tomar aire de la manera que lo necesita y regrese a casa feliz, a esa misma mamá, pegada a su bebé las 24 horas del día, queriendo estar en otra parte.

Hay mamás que pueden y deciden renunciar a su trabajo para dedicarse a sus hijos: respetable.

Hay mamás que aunque no necesitan trabajar para subsistir, pero si lo necesitan por otras razones, así que deciden reintegrarse al mundo laboral, apenas pueden: respetable.

Calidad, sobre cantidad y si se pueden las dos, pues tanto mejor.

Las diversas prácticas de crianza son tan polémicas como polarizadas y a través de razas, culturas, estratos socio-económicos y tradiciones, encontramos que la mayoría de tendencias se contraponen, que pretenden imponerse unas sobre otras, sacando a relucir como respaldo irrefutable estudios científicos, psicológicos y demás.

La realidad es que el mundo no es solo blanco o negro, hay una extensa gama de grises, de formas de ser, de temperamentos, de necesidades, de posibilidades y oportunidades, de carga genética, de historias familiares, de expectativas…

¡Seamos benévolas con nosotras mismas, regalémonos la oportunidad de ser mamás a nuestra manera y confiemos en que ese instinto hembra-cría, siempre sabrá cual es el mejor camino!

NO SE TRATA DE UNA COMPETENCIA, DE BEBÉS Y MAMÁS “PERFECTOS”, SE TRATA DE LA VIDA MISMA, DE MAMÁS HUMANAS, CON MIEDOS, CON EXPECTATIVAS, CON CANSANCIO, Y DE PAPÁS A NUESTRO LADO, QUE SIGUEN ENFRENTADO SU DÍA A DÍA Y A LA VEZ HACEN LO MEJOR POR ACOMPAÑARNOS EN ESE VÍNCULO ÚNICO DE MAMÁ E HIJO

PAOLA BERMUDEZ

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