15 julio, 2020 | Tiempo de Padres

Castigos y Recompensas

Las recompensas y los castigos tienden a tener como finalidad un cambio de patrones de comportamiento en nuestros hijos, el problema es que dicho cambio, aunque suele darse, obedece a un estímulo errado, suscitado por una fuente externa ya sea la recompensa o el castigo, y no a un proceso de entendimiento que sería lo que eventualmente lideraría un verdadero cambio de actitud.

¿Funcionan los castigos y las recompensas?

Este es un tema donde no es fácil ser radical y donde se debe entender el por qué una educación basada netamente en un modelo de recompensas y castigos no es beneficiosa.

Castigo vs. Consecuencias naturales

Es importante entender que el castigo es un concepto muy diferente al de las consecuencias naturales. Ilustraré con un ejemplo a qué me refiero. El niño sale de la ducha y después de secarse deja la toalla tirada en el piso. Castigo: Se le retira algún privilegio. Consecuencia natural: Al otro día tendrá que secarse con una toalla húmeda.

Mientras que el castigo obedece a un criterio subjetivo y quien lo recibe puede sentir que es exagerado o injusto, generando en él sentimientos de resentimiento, las consecuencias naturales, como su nombre lo indica, son naturales, son el resultado directo de una acción sin ninguna intervención de alguien más. Esto se traduce en que el niño no tiene más remedio que aceptar lo sucedido y, lo que es el ideal, aprender de la experiencia. Como no hay a quién culpar, se ve forzado a hacerse cargo de su acción.

¿Motivación interna o externa?

En cuanto a las recompensas, encontramos también que presentan el mismo problema: la motivación se genera desde afuera, y hablo de motivación pues ese es el objetivo que se persigue al premiar a un niño: mostrarle que estamos orgullosos de su esfuerzo, su comportamiento, su talento, etc. y a la vez motivarlo para que continúe así. Aunque creo que ese tipo de demostraciones se pueden dar de vez en cuando, es contraproducente que se haga de manera reiterada, hacerlo, hará que el niño empiece a sentir que tiene derecho a su recompensa, la motivación será netamente externa y terminará desligándose de su gratificación interior que debe ser el motor más importante para él.

¿Qué alternativas podríamos tener para motivar y establecer prácticas diferentes a castigar y premiar?

Es muy importante ayudarlos a identificar qué es lo que sienten cuando logran lo que quieren, cuando cumplen con sus metas o cuando luchan de manera ardua por algo que desean alcanzar.

No está mal de vez en cuando un reconocimiento material por algún logro importante, y algo que siempre debe estar presente, es nuestro apoyo y la valoración de sus esfuerzos independientemente de cómo sean los resultados, pero lo más importante es que ellos aprendan a reconocer esa sensación interna de satisfacción.

Esa retribución que no depende del reconocimiento de afuera si no de su auto valoración. No es solo lo que llamamos la satisfacción del deber cumplido sino que aprendan a valorar sus procesos y sus pequeños logros así no obtengan siempre lo que se proponen. Cuando eso se logra, entonces ya el estímulo siempre vendrá de adentro. No serán necesarios los “chantajes” para que estudien, para que se porten bien, para que lean o hagan sus tareas con esmero, pues ya han aprendido a identificar y a valorar su propio reconocimiento personal.

En cuanto a los castigos, es muy importante no evitar las consecuencias naturales, las debemos permitir siempre y cuando sean acordes a la edad y a sus capacidades. Cuando esto se hace desde temprana edad, el uso del castigo impuesto y la necesidad de inventar consecuencias artificiales se hace cada vez menor.

Los límites siempre deben ser claros y debemos darles la posibilidad que entiendan a través de la razón por qué no se deben hacer ciertas cosas y por qué sus comportamientos no son adecuados. Explicar, a diferencia de los que muchos padres creen, no es mostrar debilidad o falta de autoridad, todo lo contrario, cuando la autoridad está clara y el respeto es la base de la relación, siempre debemos explicarles el porqué de las cosas y también las consecuencias de actuar de determinadas maneras.

Sin embrago, cuando nos enfrentamos a que se impone un castigo, una pérdida de privilegios, una consecuencia a sus acciones, debemos pensar cómo se castigará y por qué. Qué es lo que queremos lograr con ese castigo y jamás caer en la trampa de un castigo que se imponga por necesidad del padre (ego, orgullo, frustración) y no por el proceso formativo del hijo.

También es muy importante, pensar antes de imponer el castigo. Cuando se piensa en un castigo con la emoción a flor de piel, en el momento mismo del problema, éste se puede basar en la rabia o decepción que tiene el padre en ese momento y no en qué es lo que realmente se debe hacer frente a determinada situación.

Una estrategia que se puede implementar es involucrar a los hijos en la determinación del castigo y entenderlo más que como un castigo, como una consecuencia. Esto es especialmente efectivo en situaciones que se dan de manera recurrente. Por ejemplo, si vemos que el tiempo frente al computador es un problema, o que cumplir la hora de llegada a casa es otro, se decide de manera conjunta qué va a pasar cuando se incumplan esos límites y el hijo debe ser miembro activo en la elección de la consecuencia. Esto asegurará que haya un sentido de justicia y proporción y seguramente estará mucho más comprometido a cumplir los términos.

No hay mejor motivación que el conectarse con ese sentimiento interno de orgullo y satisfacción. Cuando esto se logra, el motor para hacer bien las cosas, estará adentro de ellos.

 

Especial para Los Mejores Jardines
Por: Paola Bermúdez

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