Niñeras, ¿hasta dónde delegar?

Para los padres y madres, balancear el tiempo destinado a sus hijos y a sus obligaciones, no es fácil. Tener ayuda cuando se necesita es una gran bendición, pero cómo mantenernos atentos a seguir cumpliendo nuestros roles y no delegar más de la cuenta, especialmente cuando del cuidado y el tiempo con nuestros hijos se trata.

Las dinámicas familiares comenzaron a cambiar de manera importante desde que la mujer empezó a incursionar en el ámbito profesional. Ese espacio que antes era un lugar sagrado para la mujer, pues cultural y socialmente no se daba ninguna otra alternativa, hoy es algo opcional.

Están las mamás que deciden quedarse en casa por algún tiempo, aquellas que hacen del hogar su decisión de vida y otras que deciden no cortar en ningún punto su carrera profesional. Todo cambio genera nuevas necesidades y por ende nuevas oportunidades y este cambio cultural y social abrió la puerta de entrada a la necesidad de las cuidadoras o niñeras.

Tener personas que ayuden con los hijos, que los supervisen, que los acompañen a movilizarse y demás, es muy común hoy en día. Vemos a diario estos niños y sus nanas llevados y traídos por conductores de manera permanente sin importar la índole del acontecimiento, vemos que esa escena se repite y empezamos a preguntarnos ¿dónde están los papás y las mamás? ¿En qué momento vemos la tendencia de delegar en terceras personas, el tiempo que naturalmente se debería pasar con los hijos?

Más allá de juzgar si esto debería ser o no así, pues nadie puede saber las necesidades reales de otro ser humano, es muy importante entender cuáles son las consecuencias de esta situación. Tener una ayuda controlada, y dentro de los límites necesarios, es decir, marcando funciones, horarios, qué se debe hacer y qué no, es el primer punto para asegurar que una situación que al comienzo pueda ser beneficiosa no termine convirtiéndose en algo perjudicial para el niño.

Cuidar de un pequeño, no es solamente alimentarlo y velar por su seguridad. Con cada momento que destinamos a que ellos pasen con alguien más, estamos asumiendo que tendrán diferentes enseñanzas, influencias y experiencias, pues este contacto con otros adultos diferentes a sus padres y familiares más cercanos, hace que empiecen a ampliar su círculo afectivo primario. Esto, de alguna manera es grandioso, empiezan a entender e interiorizar que el mundo es un lugar seguro, que la gente es buena y que se puede confiar en los demás, por eso debemos estar completamente seguros, no solo de la calidad del ser humano a quien estamos delegando el cuidado de nuestros hijos sino asegurarnos que sus prácticas, la forma de relacionarse con ellos, y el cómo pasan las horas, sean de nuestro total agrado.

Cuando es más fácil hacer las cosas por ellos

Enfrentarnos a los pequeños desafíos diarios que viven los niños cuando están creciendo con cosas tan simples y cotidianas como lavarse los dientes, o atarse un zapato, se requiere una alta dosis de respeto por sus procesos y de paciencia. Es mucho más fácil hacerlo por ellos que respetar sus ritmos de aprendizaje y acompañarlos a que prueben una y otra vez hasta que lo logren. Por lo general, los niños que tienen una niñera permanente terminan desarrollando estas habilidades básicas mucho más tarde, pues tienen una persona pendiente de ellos que con la mejor voluntad y creyendo cumplir con su trabajo, les asisten en cada necesidad, sin advertir, que lejos de ayudarlos, están yendo en su contra.

Hablar con las niñeras sobre la importancia de que los niños sean independientes, aunque esto sea más dispendioso y difícil para ambas partes, es primordial. Debemos ser claros en que ellas están allí para ayudarnos, pero bajo la estricta consigna de seguir nuestras directrices.

Una vez hemos dejado claros estos puntos, es importante como padres y a nivel de pareja, definir de manera conjunta, cuál va a ser el rol de la niñera y de qué cosas por más difícil o pesado que resulte, se encargarán ellos siempre. Las rutinas de la noche, las celebraciones, las reuniones en los jardines o colegios, o cualquier actividad que sintamos que es verdaderamente importante, ya sea para el niño o para nosotros, deberían seguir siendo exclusivas de los padres, de lo contrario, terminan convirtiéndose en proveedores materiales, pero los afectos empiezan a quedar relegados.

Contar con una niñera debe ser una ayuda puntual. La educación y el acompañamiento permanente a nuestros hijos, debe venir de parte nuestra. La intimidad y la conexión emocional con ellos, jamás debería ser delegada.

Es indispensable tener plena confianza en la persona a la cuál le delegaremos el cuidado de nuestros hijos cuando no podemos hacernos cargo. Estas son algunas cosas importantes para tener en cuenta:

-Los niños no mienten y además, en cuanto a sus emociones se refiere, tampoco disimulan. Una vez pasado el periodo de acercamiento necesario para que el niño se sienta en confianza con ella, la primera buena señal es que se alegre al verla y esté feliz de quedarse en su compañía.

-En esta misma línea debemos estar pendientes de ella, leer su lenguaje corporal, tratar de ver sus verdaderas emociones y cómo se conecta con nuestro niño más allá de la parte profesional.

-Los niños son unas esponjas, ver que aprenden cosas nuevas, acordes a su edad y a su desarrollo, ya sean nuevas canciones o cómo armar un rompecabezas, es una señal de que la niñera está empleando el tiempo de una manera adecuada y está haciendo un esfuerzo que va más allá de, simplemente, cuidar el niño.

– Finalmente, el mejor de los consejos es hacerle caso a nuestra intuición pues más allá de las recomendaciones o de lo bien que luzca alguien, nuestro sexto sentido es una herramienta muy poderosa que nos puede dar esa tranquilidad que necesitamos o, definitivamente, ponernos en alerta.

 

Por:
Paola Bermúdez
Redacción Los Mejores Jardines